El escándalo de evasión fiscal a través de cuentas secretas, que instruye la Justicia alemana, ha dejado al descubierto el chantaje de los paraísos fiscales y centros off-shore a la globalización.El caso Liechtenstein, destino inversor de casi 200 grandes fortunas ha hecho saltar todas las alarmas.
La lista de agravantes es demasiado intensa y elocuente como para que la comunidad internacional renuncie a intensificar sus mecanismos de presión para lograr mayor eficacia en su combate contra las autoridades económicas de estas zonas geográficas. Estos enclaves acumulan un patrimonio privado de entre 5 y 7 billones de dólares, cinco veces más que hace dos décadas, lo que supone el 13% del PIB global.
El objetivo es sancionar con duras medidas coercitivas a unos territorios que se les acusa de dañinos por fomentar legislaciones sin obligaciones fiscal –o, en el mejor de los supuestos, una imposición con tipos meramente nominales–, altas dosis de opacidad normativa; benevolente a la ocultación de datos, y sin actividad económica aparente.
En principio tenemos un total de 72 paraísos fiscales y otras 47 áreas tributarias preferenciales –entre las que están inicialmente Navarra y País Vasco–, y 15 países que facilitan el lavado de dinero negro que inclye a Rusia o Israel. Sin embargo, el agravio de los paraísos fiscales sobre la estabilidad económica e, incluso, geoestratégica es notable.
No sólo son zonas de evasión fiscal, también focos de contagio de crisis financieras, de fomento del crimen organizado y el narcotráfico y, en determinados casos, de promoción terrorista y propensos a convertirse en Estados fallidos. Entre otras cuestiones, por la ausencia de transparencia y supervisión de los flujos de capital que acumulan.
Desde la órbita económica, la fuga impositiva global superan los 255.000 millones de dólares anuales.
El Tesoro americano es, sin duda, el más afectado por estas prácticas. Entre 70.000 y 100.000 millones de dólares al año han dejado de ingresar las arcas estadounidense, en una época de profundo déficit presupuestario y bajo temores de recesión.
Pero también Reino Unido, cuyo agujero tributario se estima en 50.000 millones de dólares.
Las Islas Caimán, por ejemplo, manejan 1,4 billones de dólares de activos bancarios, lo que le convierte en el quinto centro financiero del mundo, mientras las Islas Vírgenes mantienen registradas casi 700.000 empresas.
Y, aunque desde estos enclaves se ha armado un alegato de defensa que gira en torno a la competitividad fiscal, no resulta ajustado a la lógica que Bermudas sea el país más rico del planeta, con una renta per cápita de casi 70.000 dólares, comparados con los 43.500 de EEUU.
Liechtenstein, enclave entre Suiza y Austria de apenas 35.000 habitantes, mantiene privilegios de baja tributación y secreto bancario en pleno corazón de Europa, el mayor espacio de libertad comercial del planeta. Pero no es la única regalía de la que disfruta este microestado. Este territorio es, junto a Andorra y Luxemburgo, socio de la UE, las tres únicas áreas a las que la OCDE sigue colgando el cartel de paraísos fiscales.
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