¿Han visto ustedes la película Wall Street, de Oliver Stone, interpretada por Michael Douglas en el papel del tiburón financiero Gordon Gekko?
Algunas de sus frases en la película han pasado a la historia, tales como:
- "El punto es, damas y caballeros, que la codicia es buena. La codicia es correcta. La codicia funciona. La codicia, en todas sus formas, ha marcado el desarrollo de la humanidad".
- "El dinero nunca duerme, así que a trabajar".
- "Juego a la bolsa desde el 69. La mayoría de esos economistas de Harvard no sirven para nada, hace falta un tío listo y hambriento, y sin sentimientos. Unas veces pierdes, otras ganas, pero sigues luchando y, si quieres un amigo, te compras un perro".
Si no la han visto les recomiendo encarecidamente que la vean, es una obra maestra del género de financiero y bursátil.
Muy pronto saldrá la segunda parte en la que Oliver Stone y Michael Douglas repetirán como director y protagonista y volverá a centrarse en la figura de un joven agente de Wall Street (Charlie Sheen encarnó ese personaje en la primera parte en 1987).
Esta vez la actual crisis económica actuará como el contexto ideal para reflejar un mundo de avaricia y corrupción.
La película, cuyo rodaje se prevé que comience durante este verano, lleva el título provisional de "Wall Street 2".
Pues bien, ¿quien era Gordon Gekko?
Un tiburón financiero cuyas operaciones consistía en el arbitraje de riesgos en fusiones y adquisiciones.
Cuando una empresa A pretende absorber a una empresa B, ofrece un precio por acción superior a la cotización actual de mercado. Así, entre la propuesta y la concreción final de la operación, suele transcurrir un lapso donde el valor de mercado de la acción se mantiene por debajo del precio ofertado por el comprador.
En este momento, Gekko hace su aparición comprando agresivamente acciones a un valor inferior al precio esperado. Así, si la operación finalmente se concreta, el especulador revende sus tenencias y embolsa una jugosa diferencia.
Para Gekko, el riesgo radicaba en que finalmente la adquisición no se concretara, ya sea porque el comprador desistiera o la junta de accionistas rechazara la propuesta. Pero este Gekko mitigaba aquellos riesgos gracias a su privilegiado acceso a información interna de las compañías involucradas.
Otra de las actividades de Gekko era la compra, a bajo valor, de compañías en problemas para dividirlas en partes, reestructurarlas y vender sus distintas unidades al mejor postor.
Teldar Paper era un fabricante de papel endeudado hasta la médula. En los últimos meses, Gekko había comprado acciones de la empresa a bajos precios hasta convertirse en su principal accionista (aunque sin alcanzar el 51 por ciento).
Ahora bien, para dividir la empresa en partes y venderlas, necesitaba la aprobación de la asamblea de accionistas, es decir, necesitaba convencerlos que la operación también sería lucrativa para ellos.
Básicamente, su intención era demostrar que el management de Teldar había llevado a la compañía a una lamentable situación de endeudamiento. Pero, mientras los accionistas veían destruirse su valor, los 33 vicepresidentes de la compañía (que, en conjunto, poseían menos del tres por ciento de las acciones) ganaban más de 200 mil dólares por año. Un gran ejemplo de empresas pobres con ejecutivos ricos.
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